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DEL DESPACHO DE JUVENAL ORDOÑEZ: LA AFRENTA OLVIDADA (II)

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DEL DESPACHO DE JUVENAL ORDOÑEZ: LA AFRENTA OLVIDADA (II)

 

            Seguimos con la segunda parte del libro La afrenta olvidada, editada por el “congresista del departamento de Tacna” Juvenal Ordóñez Salazar, antiguo dirigente sindical, hoy el congresista Juvenal es la negación de su trayectoria.

 

            El Padre nuestro del cautiverio

            Según el compilador, dicho Padre nuestro lo ha extraído de la “revista Blanco y Rojo de Lima, del 01 de setiembre de 1920, de la página 194”. Falso. Revisando exhaustivamente el número tres de la citada publicación, no se encuentra tal texto. Es más, la revista de esa fecha se inicia en la página 81 y concluye en la 120. De ¿dónde sale la página 194?

            En el libro de Raúl Palacios Rodríguez La chilenización de Tacna … encontramos el Padre nuestro del cautiverio, en la página 185. Obviamente, Palacios se ha equivocado en la cita hemerográfica. Pero, la adaptación que hace el recopilador tiene nueve errores de trascripción, al hacer el uso indebido de las mayúsculas (p. 48). Por lo tanto, Juvenal Ordóñez ha mentido al decir que los textos compendiados se han “respetado rigurosamente sus fuentes y conceptos y otorgándoles los créditos intelectuales respectivos” (p. 11, párrafo 4).

 

            Después de Huamachuco, ¿qué?

            Escribe el recopilador: “Después de Huamachuco –en 1883– las acciones bélicas entre peruanos y chilenos cesaron” (p. 15, párrafo 1). Horror. En el antiguo departamento de Tacna seguía la guerra de movimientos, así tenemos las batallas de Coarí (agosto de 1883), de Sama (octubre de 1883), segunda de Pachía y segunda de Palca. Es más, las dos últimas se libraron el 11 y 12 de noviembre de 1883, veintidós días después de haberse suscrito el Tratado de Ancón. Aseverar que la resistencia peruana concluye en Huamachuco es renegar la peruanidad.

            A continuación, dice el compilador, que después de la batalla de Huamachuco “cedieron el paso a las deliberaciones diplomáticas” (p. 15, párrafo 1). Error. Apenas Miguel Iglesias lanzó su grito de Montán, el 31 de agosto de 1882, los grupos colaboracionistas antiperuanos tendieron puentes a los invasores. En plena guerra activa, después de la muerte del Caballero de los Mares, los iniciadores de la guerra del guano y del salitre ofrecieron ciertas “condiciones de paz” a los peruanos. ¿Olvida ello? ¿Dónde quedan inscritas las negociaciones en el navío Lackawanna?    

            El recopilador debió de revisar lo que escribió el despachador en la Presentación que hizo del folleto Combate de Cuarí (sic), en mayo de 1999. Allí Juvenal expresó que con el estudio del combate de Cuarí (sic) “contribuye al esclarecimiento de conceptos y actitudes sobre Juan Luis Pacheco de Céspedes, comandante de la resistencia contra la ocupación chilena en el sur del Perú”. Por si acaso, la batalla de Coarí se desarrolló el 01 de agosto de 1883, en el actual distrito de Ilabaya. El compilador debe elegir: o se reafirma en decir que después de la batalla de Huamachuco declina definitivamente la resistencia armada peruana, o que las guerrillas patriotas se siguen enfrentando al invasor chileno en Tacna, después de la batalla de Huamachuco (*). 

 

            En relación a la protesta de los cautivos, la fuente anotada en la página 17 es inexacta: dice “Págs. 29-30”, debe decir, pág. 30; porque de la página 29 no se ha trascrito nada. 

 

            “Su S.M. la Reina”

            Asevera el compilador: “decidiéndose someterlo al arbitraje de su S.M. la Reina Regente de España” (p. 19, párrafo 4). Debe decir: decidiéndose someterlo al arbitraje de su majestad, la reina regente de España.

            Dice el autor del texto que en Tacna, “el 26 de junio de 1889, se realizó un acto popular pidiendo la aprobación del protocolo” (p. 21, párrafo 2). Error, debe decir 1898, o ¿es el que tiempo retrocedió súbitamente?

 

            La chilenización “cortés” (sic)

            ¿Al firmarse el Tratado de Ancón se legalizó o se legitimó la posesión de las provincias cautivas? Ayudémonos con el diccionario de la Real Academia: legitimar: “Probar o justificar la verdad de algo o la calidad de alguien o algo conforme a las leyes”. Legalizar: “Dar estado legal a algo”. En otras palabras, al firmarse y ratificarse el Tratado de Ancón se “legalizó” la posesión de las provincias cautivas, por espacio de diez años; pero no se “legitimó”. (p. 22, párrafo 1).

            Eso de chilenización “cortés” suena a: por favor, amigo tacneño, ¿quisiera ser usted chileno? Gracias. Si seguimos con ese criterio, la segunda etapa sería la “chilenización descortés”.

 

            Las osadías insustanciales

            Asevera el autor que “el 14 de setiembre de 1897 el pueblo tacneño erigió un monumento a Francisco de Paula Gonzáles Vigil Yáñez” (p. 27, párrafo 2). Mentira. El 14 de setiembre de 1887, es decir, diez años antes, se inauguró el busto al maestro Gonzáles Vigil.

 

            Las influencias axiológicas extranjeras en la tacneñidad

            En un trabajo que se considere serio, cuando se afirma algo debe demostrarse    ; no basta enunciarlo y declararlo como cierto. Dice el autor “Como parte integrante de la cultura local tacneña tenemos que admitir las influencias de axiologías lejanas que llegaron al valle a través de sucesivas presencias demográficas de minorías europeas, asiáticas, africanas y otras, que dada la dimensión poblacional y espacial de Tacna, fueron gravitando en esa noción de horizontalidad entre hombres y mujeres, creando en las mentalidades la ausencia de la xenofobia, racismo y exclusión” (pp. 27-28, párrafo 6). 

            Indirectamente, el autor nos quiere decir que las mentalidades de las nacionalidades de Tacna eran endebles, por tanto, se vieron obligados a captar los valores de otras latitudes ajenas al antiguo Perú. En otras palabras, según el autor, Tacna tendría una mentalidad incipiente, y que debemos estar eternamente agradecidos a las minorías de otros continentes.

Para desterrar esa falsía, nos apoyaremos en la solidaridad tacneña. La solidaridad, como principio axiológico de la cultura aymara, se practica en diversas zonas andinas y occidentales de Tacna; ella es genuinamente emblema de tacneñidad, de peruanidad aymara. Por decir, en el techamiento de las casas rurales o de zonas periféricas, se basan en el principio de reciprocidad, donde no interviene el dinero.      

            Por ventura, el autor ¿ha leído la historia de los partidos y tendencias políticas de Tacna? ¿Ha revisado la bibliografía sobre la historia del proceso económico de Tacna? ¿Analizó, el autor, el rol que cumplieron los indígenas tacneños durante el cautiverio? Y sobre todo, se ha preguntado alguna vez ¿por qué los indígenas tacneños se mantuvieron leales a su peruanidad? ¿Se ha investigado exhaustivamente las “mentalidades” de Tacna, en su devenir histórico?

            La respuesta es negativa, las investigaciones en las disciplinas sociales en Tacna son escasas. Lo ideal hubiese sido tener un marco teórico referencial sólido, para recién atreverse a lanzar conjeturas.

            No existe una estructura mental colectiva pura, la mentalidad tacneña se ha ido formando dialécticamente en el  tiempo. Por citar, la tendencia democrática del pueblo tacneño no es reciente; la lealtad a su peruanidad, tampoco. ¿Qué etnia foránea pudo traer tales valores? Lo que sí sabemos es que ciertos emigrantes europeos se enriquecieron económicamente por la guerra del guano y del salitre, o durante el cautiverio de los pueblos patriotas.

            Ah, si usted no lo sabe, al interior de la sociedad de Tacna laten algunas ideas fascistas, en alguna minoría; como hay un grupúsculo que tiene complejo de superioridad, algunos de ellos tienen una mediana cuota de poder. Por supuesto, esas ideologías son importadas por las tendencias reaccionarias.

 

A más errores, más horrores

            El compilador transcribe un texto de Jorge Basadre: “Experimentábamos la sensación de ir a clases día a día como quien va a algo prohibido”. (Infancia en Tacna. Lima, 1959, Pág. 10-11). Error, el texto del doctor Basadre se encuentra en la página 11, y no en la 10. (p. 33, párrafo 6).

            “Esta fase de la chilenización “canalla”, escribe el recopilador, también fue llamada en Ghile (sic) como política al rojo blanco (…)”. Hubo, ¿un control de calidad mínimo, por parte del señor despachador? O nosotros estamos desfasados:  ¿la denominación Chile ha cambiado por Ghile?

            El autor del llamado libro o “guión de cine” (sic) no respetó el contexto histórico, sobre la clausura de los templos y la expulsión de los sacerdotes peruanos que laboraban en Tacna, Arica y Tarata. Se implementaron dichas medidas, después que falleciera el Vicario de Tacna, José Félix Andía, en noviembre de 1909. Y no al revés. (p. 35, párrafo 2).

            Asevera el compilador, erróneamente, que la identidad del secretario de la gobernación de Arica era “Enrique Medida” (sic) (p. 36, párrafo 4). Revisando el texto original del doctor Vitaliano Berroa dice que es “Enrique Medina C.” (p. 54, párrafo 1). ¿Por qué alteramos las fuentes primarias, arbitrariamente? Y, ¿quién asesora, ahora, a los asesores del despachador?

            Dos renglones más abajo aparece una expresión infeliz del recopilador: después de concluida la misa, “salió afuera a despedirse” (p. 36, párrafo 4). En cristiano, debe entenderse que hay salidas para afuera, hay salidas para adentro. Falso, o se sale, o se queda. O regresamos al “sube para arriba”.

 

            En la próxima entrega, seguiremos mostrando las “bondades” que ha presentado el despachador, con el libro La afrenta olvidada. Dentro de las primeras páginas del impreso leemos el subtítulo Memorias para las nuevas generaciones, que difiere del subtítulo original “despacho del congresista Juvenal Ordóñez Salazar”.

 

– – – – – –

(*) Mirave en la independencia de Oscar Panty Neyra, y Combate de Cuarí (sic) de Efraín Choque Alanoca. Folleto editado por la Municipalidad Distrital de Ilabaya, siendo Alcalde Juvenal Ordóñez Salazar. Tacna, 18 pp.

 

            La afrenta olvidada, despacho del congresista Juvenal Ordóñez Salazar (sic)

Ediciones Historia presente; Tacna – Lima (sic); agosto del 2008; impreso en la imprenta del Congreso de la República; 120 pp.

            En una “nota aclaratoria” fuera del libro, se dice: “Dejamos constancia que por error de imprenta se ha consignado en la cabecera de las páginas, acompañando a la numeración, el nombre del editor en lugar del autor de los textos, Sr. Willy Guevara. El editor”.

 

Prof. Reymundo Hualpa Condori

 

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